El
ministerio ELIM se inició en la ciudad de Guatemala en año de 1963
bajo el liderazgo del Dr. Othoniel Rios Paredes, profesional prominente
en el campo de la medicina y cirugía, quien fue llamado sobre
naturalmente a pregonar el Evangelio de Jesucristo, cambiando la
curación de cuerpos por la sanidad de almas.
El ministerio comenzó en un pequeño garaje de una casa que albergaba un
grupo de de 15 personas, constituidas en tres familias. Luego se
construyó un primer templo para 300 personas, seguidamente un segundo
para 2,000, el cual fue abarrotado antes que concluyera su construcción
en 1,972. posteriormente el crecimiento fue tan acelerado, que se hizo
necesario el traslado de la congregación a las bodegas de un
supermercado, logrando reunir de 2,000 a 3,000 personas.
Apóstol Dr. Othoniel Ríos Paredes (1927-1998)
Corría el año de 1962 cuando el Dr. Othoniel Ríos Paredes, fue
alcanzado por Dios durante una campaña evangelística. El ministerio del
Dr. Ríos, desde muy temprano se caracterizó por experiencias personales
con Dios, por medio de su Espíritu Santo, que más tarde, serían el
respaldo para ese legado doctrinal del cual hoy disfrutamos, y que
sabemos que Dios seguirá proveyendo por medio de los siervos que está
levantando.
Quizá la experiencia que marca el inicio del avivamiento que ha seguido
al ministerio de nuestro hermano Otto, es el bautismo del Espíritu
Santo. Sucedió en la sala de su casa. El hablar en lenguas del Espíritu
fue para él, una experiencia nueva que fue seguida por la
manifestación de los dones del Espíritu en la congregación.
Durante los cultos, uno a uno se fueron mostrando los nueve dones del
Espíritu (1 Cor. 12:7-10), como una confirmación a la interrogante que
había en la mente del hermano Otto en cuanto a la vigencia para este
tiempo del bautismo en el Espíritu Santo y la manifestación de los dones
del Espíritu, así como de los cinco ministerios. En relación a esto
debemos recordar que en las iglesias evangélicas de la época no había
revelación en cuanto a estos aspectos de la sana doctrina.
La escritura dice que Dios es el que da el crecimiento (1 Cor 3:7), y
en el caso de Elim, esto se hizo realidad, pues en la medida que el
hermano Otto y la congregación, se sujetaban a la guianza del Espíritu
Santo, disfrutando de la vida de abundancia que proporciona la llenura
del Espíritu Santo, y trabajaban en la obra, el número de miembros
crecía rápidamente y, día a día, se añadían más y más almas a la Iglesia
de Cristo.
Simultáneamente con el crecimiento se daban milagros, señales y
prodigios dentro de las congregaciones, y que indudablemente eran de
gran bendición para aquellos que los experimentaban o veían de cerca. En
ese sentido nuestro Apóstol siempre nos enseñó que las señales siguen a
los que creen, pero que primero es la palabra, y la obediencia a ésta,
llevando una vida de consagración. Por eso nunca le escuchamos hacer
alarde de los prodigios que se daban en la congregación.
También sabemos que Dios es galardonador de los que le aman, y esto se
hizo realidad en la vida del hermano Otto en 1982 cuando, en su lecho
de enfermo, pasando por una tremenda prueba en la que estuvo a punto de
perder un brazo, lo visitó Jesucristo para confirmar el llamamiento
apostólico. Hoy podemos decir con certeza que nuestro amado apóstol
corrió la carrera, peleó la buena batalla, y guardó la fe. ¡Aleluya!
Sería muy difícil estimar con exactitud el número de almas que
recibieron al Señor en la Iglesia que pastoreó el Dr. Ríos durante los
37 años de ministerio, pero estamos seguros que se cuentan en varias
decenas de miles. ¡La honra y la gloria sean para Dios!, a quien el Dr.
Ríos siempre la dio con humildad, reconociéndose únicamente como un
siervo de Jesucristo.
La magnitud de la labor que Dios realizó por medio de su siervo es
mucho mayor, si consideramos que durante su ministerio en esta tierra,
fundó cientos de iglesias en diferentes países de América y de otros
continentes. En esa labor apostólica engendró y discipuló a cientos de
ministros que el Señor ha llamado a servirle en los cinco ministerios.
Muchos de los cuales, con su trabajo han continuado haciendo crecer el
número de los que se agregan a la Iglesia de Cristo.
El legado de doctrina revelada que nos fue trasladado por medio del Dr.
Ríos es abundante, se necesitaría de muchos tomos para escribir en su
totalidad lo que compartió desde el púlpito y en los diferentes grupos
de estudios pastorales. Mucha de esa revelación puede bendecir aún a
aquellos que tengan la oportunidad de escucharla o leerla.
El hermano Otto nos dejó, pero cuando analizamos su caminar y lo
confrontamos con la Escritura, nos damos cuenta con gozo, que en nuestro
amado hermano Otto se cumplieron las señales de un auténtico apóstol
del Espíritu: vio a Jesucristo resucitado; su trabajo en la obra se
tradujo en el establecimiento de cientos de iglesias, provocando la
expansión del reino de Dios; recibió por medio del Espíritu doctrina
revelada que traslado, bendiciendo grandemente al cuerpo de Cristo; su
caminar en la obra siempre fue con la autoridad que proviene de Dios,
acompañada de una gran misericordia.
Nosotros no podemos dar gloria a los hombres porque esta le corresponde
solamente a Dios, pero sí podemos darle gracias a El, por habernos
regalado un apóstol que nos bendijo y cuyo principal legado y ejemplo
que nos dejó es el amor a Dios mediante un mensaje eminentemente
Cristo-céntrico, guiado siempre por el Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!